Foto : Bahía Flores para CISCSA
El derecho a la ciudad de las mujeres y la diversidad, es político, implica desnudar conflictos de poder, de dominación y subordinaciones, de omisiones que dan cuenta de construcciones patriarcales y coloniales agudizadas en la sociedad neoliberal de la dueñidad de bienes y personas.
En tiempos de epidemia y de incertidumbres, las violencias contra las mujeres baten récords, las mujeres están encerradas con sus maltratadores. A la vez son mujeres mayoritariamente quienes están en la primera línea de atención sanitaria.
El consenso social humanitario es absoluto, ante la pandemia lo central es la gente. Sin embargo “la gente” resulta una categoría neutra, insuficiente, para pensar en la diversidad de la sociedad. Esta neutralidad que venimos interpelando demanda pensar las políticas en clave feminista para poner en el centro de la agenda de la emergencia a la desigualdad y la diversidad, y en ella a las mujeres y sus intersecciones, y comprender que esta pandemia no es igual para todas y todos.
Nunca antes se hizo más evidente la relación entre salud y condiciones del hábitat como en esta epidemia que nos interpela local y globalmente.
No obstante los avances conceptuales producidos desde el feminismo y las organizaciones de mujeres, la Red Mujer y Hábitat de América Latina, WICI, Huairou Commission, y otras, sobre el Derecho a la Ciudad para las mujeres, las producciones teóricas dominantes y las acciones de la política insisten en pensar las ciudades en términos de “neutralidad”, invisibilizado y subordinando sujetos.
- Entonces dar cuenta de al menos dos grandes omisiones que están estrechamente vinculadas a la salud en la epidemia del CORONAVIRUS. La primera omisión la de invisibilizar sujetos bajo la neutralidad de las acciones y políticas. Se hacen necesarias al menos dos condiciones para el análisis:
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- la primera es el reconocimiento de las grandes brechas de desigualdad y comprender que esta pandemia no es igual para todas y todos; que hay un impacto desigual y por ello es decisivo incorporar en el centro de las agendas y acciones de la emergencia las desigualdades;
- y la segunda poner el foco en la diversidad en la desigualdad, en el reconocimiento de las distintas identidades, los cuerpos disidentes, la población LGTBIQ. Centralmente, en las mujeres y las diferencias que las atraviesan: raza, etnia, educación, condición de lugar en el que viven, edades, otros.
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- La negación de la diferencia está generando patologías y problemas complejos en los cuerpos sociales.
Esto es significativo si pensamos en los derechos logrados en el siglo XX, el siglo de los derechos, y estas patologías remiten a las misóginas, a las xenofobias, a las homofobias, a las discriminaciones presentes en las ciudades fragmentadas, complejas e inasibles y violentas de nuestra América Latina. - 2. Un segundo punto es esta pandemia se expresa con más virulencia en las ciudades y aún más en los grandes aglomerados, allí donde hacemos parte de las tramas urbanas de desigualdades obscenas, donde somos parte del tejido social y diverso, en el norte y en el sur. Ciudades fragmentadas y desiguales, en las cuales los territorios de extensión de pobrezas se presentan con condiciones de hábitat deterioradas, lo cual expone a la población a mayores vulnerabilidades frente a la pandemia. Para quedarse en casa hay que tener una casa. Para lavarse las manos con frecuencia es necesario acceder al agua potable. Y esta no es la condición de buena parte de las mayorías.
- 3. Un tercer punto que quiero significar es sobre el cuidado también invisibilizado que asumen mayoritariamente las mujeres. Las mujeres que constituyen más del 70% del personal sanitario. Las gestoras de comedores barriales, que necesitan de insumos de higiene y alimentación. En los hogares, son las cuidadoras por excelencia de infancia, adultos mayores, personas con discapacidad. Situación que se agrava en los hogares bajo responsabilidad única de las mujeres, los que siguen creciendo y son más del 30% en promedios en América Latina y la mayoría bajo la línea de pobreza o indigencia. Hogares que tienen más del doble de hijos que los de los quintiles superiores, en los cuales crece el número de dependientes. En estas condiciones de cuidadoras es necesario reconocer en el uso diferenciado del tiempo en mujeres y hombres. El tiempo es el bien más escaso en la vida de las mujeres.
- 4. Ahora bien, el tema más crítico en la vida de las mujeres, el que dificulta sus autonomías, el que la debilita y atemoriza, le quita autoestima es la violencia de género. Las violencias como una dimensión central la vida en las ciudades y el mayor límite a la libertad de las personas. Hoy preocupa el aumento de las violencias que afectan en particular a las mujeres en estos tiempos de COVID-19. Sin pandemia, las mujeres ya denunciaban y nunca lo suficiente, las violencias privadas y públicas. Hoy las violencias contra las mujeres baten récords, encerradas con quienes las maltratan y violentan. El aislamiento social agrava las situaciones de violencias de género. Es mayor el riesgo que viven mujeres y niñas/os y adultos mayores, así como la diversidad en entornos cerrados. Violencias que se potencian en situaciones de crisis.
Puertas afuera, en los espacios públicos, los feminicidios, en Argentina 23 asesinatos en 30 días. Crecientes y complejas violencias de distinto tipo y origen, afectan al derecho a la vida de las mujeres. Cuerpos que no se reconocen cómo iguales y deben ser disciplinados (Rita Segato(1), 2018), cuerpos de mujeres, cuerpos racializados, cuerpos diversos. La ciudad silenciosa por el aislamiento social tan necesario, permite escuchar: en el edificio, en el barrio, hay mayor nitidez de los sonidos, se escuchan las violencias. Entonces promover el alerta solidaria, la tolerancia cero a las violencias. Violencias feroces que llegan al feminicidio, la mayor expresión del patriarcado y la dueñidad.
Estas cuatro consideraciones centrales se expresan en distintas escalas de territorios, necesarias de reconocer y que dan cuenta de injusticias territoriales (2).
Estas son: las de territorio cuerpo, este nuestro primer territorio, cuerpos en disputa el primer territorio sobre el cual decidir, de identidades y subjetividades que deben ser respetadas. Y también el territorio casa, territorio barrio y territorio ciudad. Cada una con sus complejidades, no aluden a categorías estáticas y escindidas entre sí, sino a una relación de interdependencia, atravesadas por una multiplicidad de intersecciones en las múltiples identidades definidas de sexualidad o racialidad, de edad, discapacidad, entre otras. Cada escala constituye un tipo de territorio fuertemente en disputas.
Cierro afirmando las violencias son un problema de salud pública, que en la epidemia se han puesto en mayor evidencia las desigualdades obscenas, resultantes de una cultural patriarcal y colonialidad que persiste, en los cuerpos racializados, empobrecidos, discriminados, que sesgan las vidas de mujeres. La visión capitalista, patriarcal, colonial, racista, quiere disciplinarlos buscando debilitar resistencias.
Décadas de neoliberalismo, de autoritarismos, de iglesias convirtiéndose en partidos políticos, centradas en demonizar los avances y derechos ganados por el feminismo.
Las resistencias y resiliencias en las emergencias y crisis las empodera y transforman relaciones de poder establecidas.
Nota de Ana Falú, Grupo de trabajo Mujeres Genero y Diversidad de la Plataforma Global por el Derecho a la Ciudad en las Asambleas de la PGDC: Derecho a la Ciudad frente al COVID-19
(1) Segato, Rita Laura. Contra-pedagogías de la crueldad. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2018. 142 pp.
(2) Un ejemplo de ello es el Seminario-Taller Mujeres y Ciudades. [IN] Justicias Territoriales (2017, 2018, 2019). Organizados por CISCSA/Articulación Feminista Marcosur www.ciscsa.org.ar/seminario-taller-2019. También se debe rescatar el aporte desde otras entidades tales como el Grupo de Género y Mujer de la PGDC, Redes Internacionales de la Comisión Huairou y Red Mujer y Hábitat América Latina, Col·lectiu Punt 6 y otras en el aporte a estas agendas